Rondaban los 90, eramos
adolescentes inquietos por conocer nuestros cuerpos y los del sexo contrario.
Un torbellino de hormonas regían nuestros pensamientos, acciones, deseos…
Aquella mañana de mayo en
un banco escondido del parque cercano al instituto, a pleno sol, mientras nos
saltábamos la clase de Historia, llegamos más lejos de lo que yo había planeado.
No dejábamos de besarnos,
nuestras lenguas no podían separarse, y nuestras manos ya eran expertas en
tocar nuestros sexos por encima de los vaqueros. Pero esa mañana cruzamos la
frontera
no sé qué impulso me llevo a hacerlo, pero metí la mano dentro de los
calzoncillos y toqué su pene, ¡mi primer pene!.
Era algo extraño par mí,
duro y carnoso, suave en la punta; trataba de visualizarlo en mi mente, y me
gustaba.
A la vez un dedo suyo se
coló entre mis braguitas empezó a acariciarme, una sensación desconocida
invadió mi estómago, que se contrajo, mi vello se erizó y noté como me
humedecía enseguida.
Yo conocía perfectamente
mi sexo, pues hacía años que había descubierto los placeres de la masturbación.
Pero aquello era diferente, me acariciaban, me mojaba y me gustaba, deseaba que
llegara el momento y por fin llegó, su largo dedo entró en mí. Me moría de
placer, un poco inhibida, pero disfrutaba a lo grande.
Mi mano no dejaba de
investigar su anatomía, y muerta de curiosidad y excitación, comencé a moverla
de arriba abajo (como me habían dicho que debía hacerlo), agarrándola con
firmeza y algo de temor por si le causaba daño. Pronto supe que no le procuraba
ningún daño, lo veía en sus ojos y lo sentía en su respiración.
No pasaron más de dos o
tres minutos, cuando….. noté como mi mano se mojaba de algo viscoso, obviamente
entendí lo que había pasado y que aquella sería mi primera experiencia de
eyaculación precoz.
Bonita historia, pero en un parque, en un banco escondido y a pleno sol, son circunstancias muy dificiles de conjuntar, pero en esto del sexo, ya se sabe, todo vale.
ResponderEliminarme encanta este blog!!!
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