Me
sorprendí a mí misma pensando en ti de esa manera. No pude evitar excitarme
solo con recordar tu sonrisa picarona.
Sentí un
leve rubor allí abajo y noté que la temperatura se elevaba hasta conseguir
encenderme. Noté la necesidad de apretar las piernas con fuerza, de frotarlas,
e incluso de menearme.
Me tumbé en la cama y decidí poner la “solución al problema”. Metí la mano por debajo
del precioso tanga de encaje negro y noté la humedad. Estaba tan
excitada, tan caliente, que hubiera hecho cualquier cosa por tenerte allí conmigo. Entonces introduje el
dedo anular y acaricié lentamente mi interior...